Ordaz Luis (1912-1976)
Nace en Cua, Estado Miranda
Ausente de padre y huérfano de madre a temprana edad, es criado por su madrina, en la parroquia de Altagracia.
En 1925 asiste a clases nocturnas en la Academia de Bellas Artes de Caracas, ubicada en la Esquina de Santa Capilla, ya que de día debe emprender cualquier oficio para colaborar y mantenerse.
Entre sus profesores López Méndez, Esteban Frías, Pedro Ángel González, Narváez, Antonio Edmundo Monsanto.
En 1937, Rafael Monasterios quien siempre le tuvo aprecio, lo anima a establecerse en Barquisimeto para organizar y fundar la Escuela de Artes Plásticas de dicha ciudad.
Época clave en su vida, según lo denota la reiteración de recuerdos, fue profesor en dicha Escuela por cuatro años; de 1937 a 1941, año en que retorna a Caracas
En 1941 obtiene premio en Salón de Artes Plásticas Santiago de Chile, con una obra bodegón
Eduardo Blanco Estrada ha señalado: “La pintura de Ordaz es de un valor plástico enorme, por cuanto son piezas autobiográficas y tratadas con un estilo personalísimo.
Sus escenas tienen atmósfera, emotividad y dinamismo.
Vale destacar que aun cuando confrontó problemas de alcoholismo, la mayoría de las obras que de él conocemos, posteriores a 1953, no fueron ejecutadas bajo tal influencia.
Luego de su ingreso en 1953, en estado de deterioro físico muy avanzado por consumo alcohólico; y con un posible cuadro de delirium tremens, fue tratado en el Hospital Psiquiátrico de Caracas; en el cual permaneció internado 23 años hasta su muerte por cáncer. Se piensa que cuando ingresó, pudo ya haber tenido algún impacto orgánico.
Como evidencia de sus mejoras físicas está la realización de su primera exposición individual en 1966, a la cual se sumarían otras diez. También su progreso se evidenció en la firmeza de su trazo y en el mayor colorido que reflejó su estado anímico.
Ahora bien, las pinturas de Ordaz, como medio fundamental de expresión, tienen un valor esencial por su personalidad retraída. Mediante ellas está evocando y relatándonos varias de las experiencias que mayor significado tuvieron para él, y en las cuales muy probablemente se refugió emocionalmente.
La reiterada escena larense, las cabras, los chivos, la tierra con escasa vegetación y los cielos coloridos, propios del atardecer de la región.
Esas escenas provienen de una realidad vivida o experimentada; y no parecen producto de fantasías, imaginación o de un cuadro mental distorsionado. Alocado o fuera de contexto hubiese sido pintar insectos enormes, pingüinos, dinosaurios o animales inéditos; pero no; pintó chivos, cabras, gallinas, perros.
En cuando a sus escenas acuáticas, importante recordar que Ordaz fue también profesor años 1943-1944 en la Isla de Tacarigua, situada dentro del Lago de Valencia, y donde el medio cotidiano o habitual de arribo y traslado es la canoa o la embarcación de pequeño tamaño que debió tomar muchas veces.
Muy probablemente hayan sido las únicas ocasiones en las cuales Ordaz se subió a una lancha, y lo habrán marcado de alguna manera; tal vez por su ansiedad, nerviosismo o por la sensación de inestabilidad, etc
Esos parajes con chozas o bohíos, riqueza arqueológica y de fuerte tradición indígena, pueden perfectamente corresponderse a su contexto pictórico, que también ha debido recordar con atención y agrado; por cuanto era el responsable directo de una actividad didáctica sin el respaldo o cobijo del maestro Monasterios. Además son frecuentes las pequeñas caídas de agua que alimentan la laguna, a veces con mayor fuerza en época de lluvias.
Desde el punto de vista plástico, la obra de Ordaz es excelente. Su personalísimo uso del color, tanto en abordar cielos, suelos, aguas y hasta árboles con colores inusuales; como sus piezas monocromas las cuales son muy complejas de ejecutar, a fin de lograr la calidad que Ordaz consigue. Ya sean sepias, grises o azules, evocando la noche.
Son obras extraordinarias, y el público conocedor siempre las ha sabido apreciar.” |
